LA INSPIRACIÓN PENDE DE UN HILO
Un pequeño alfeizar
en la ventana de su cuarto le daba cobijo en los momentos en los que necesitaba
desconectar de todo y sentirse en paz. Abrazada a sus rodillas, traspasaba el
cristal y viajaba a los mundos infinitos a los que su imaginación la invitaba.
No
necesitaba de grandes paisajes; de hecho, las vistas desde aquel primer piso
resultaban bastante anodinas —incluso, deprimentes—: paredes de cinco alturas
enmohecidas y desgastadas por la intemperie que formaban un lúgubre patio de
luces que, únicamente, cobraba color gracias a las frondosas plantas de Teresa,
la vecina del bajo. Pero sus ojos no se enfocaban en el colorido jardín, sino en
la ropa recién lavada que, asiduamente, Teresa colgaba del tendedero. Allí, y
solo allí y, justamente, en cada prenda suspendida de las cuerdas, encontraba
la llave que abría la puerta de la inspiración.
Las
sábanas la embarcaban en lujosos veleros o en barcos piratas, dependiendo del color
del cielo; desde los bolsillos de los pantalones extravagantes personajes vociferaban su nombre;
los calcetines se convertían en serpientes y, otras veces, en bolsas de
tesoros; las camisas vestían de gala a dinosaurios y elefantes… La colada de
Teresa era un universo de posibilidades para su creativa imaginación.
Las
historias que le proporcionaba ese otro mundo, las dejaba hilvanadas con aguja
fina en su mente para después tejerlas a medida y compartirlas en su blog. Hasta
entonces… cuando aquel tendedero, siempre tan poblado, pasó a convertirse en un
lugar desierto.
—Mama,
¿sabes por qué Teresa ya no tiende en el patio?
—Sí…
—Pensando que a cuento de qué vendrá esa
pregunta—. Está mal de los huesos y le cuesta alzar los brazos. Los hijos le
han regalado una secadora.
***
Montserrat Pérez Martínez
Julio 2022
En la teva línea molt planer i bonic ❤
ResponEliminaMolt inspirat!!
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