EL ÚLTIMO ESCALÓN




Durante mis noches de insomnio he estado construyendo una escalera para subir a la luna y poner un columpio en el que sentarme a mirarte.

Casi la tengo terminada. Ha sido una ardua tarea porque no soy arquitecto ni ingeniero y, amén de mi vasta experiencia en construir castillos en el aire, no tenía otros conocimientos que aportar a semejante empresa.

 Para empezar, ya me fue difícil decidir qué tipo de material era el adecuado para construir los peldaños: el hormigón, el mármol o la piedra resultaban muy compactos y no suspendían grácilmente del espacio; las plumas, el algodón y la seda, en su exceso de liviandad, se las llevaba el viento. Así pues, tras muchas pruebas, la erigí con recuerdos que, aún siendo robustos, flotan bien en el aire. Con la elección de la barandilla también tuve problemas, ni la madera más noble conseguía trasmitirme la seguridad de que no me precipitaría al abismo, y, después de darle mil vueltas al tema, me pregunté: «¿A qué te aferras cuando sientes que estás a punto de caer?», y, entonces, coloqué las notas de tu voz en un pentagrama y lo acoplé a mi escalera. Para pintarla consulté la guía Pantone no encontrando ningún color que me convenciese, y opté por un sencillo verde esperanza. Cuando llegó el momento de escoger el tipo de iluminación sí, por si subo en luna nueva y hay poco brillo ya había aprendido de mis errores, y, sin dudarlo, me decanté por la luz de tus ojos; no quería potentes y cegadores focos, solo tibia claridad como la del tenue haz al que sigues pensando en llegar al sol y que, después de salir de la oscuridad, descubres que lleva al albor.

Admito que me ha quedado un diseño un tanto serpenteante porque he tenido que ir esquivando los obstáculos que aparecían en la trayectoria: estrellas fugaces cumpliendo deseos; cometas despistados y sin rumbo; suspiros lanzados al aire; versos aullados en la noche; porvenires por llegar; hadas madrinas y ángeles de la guarda…  

Sobre plano era un esbozo de líneas rectas, creado con la intención de ascender de forma rápida y directa; pero sobre la marcha fue tomando apariencia de caracol, supongo que por eso de que siempre acabamos dando vueltas y vueltas hasta llegar a nuestro destino. Incluso, hubo momentos en que se me pasó por la cabeza hacerla plegable, por si se daba el caso de que hubiese que recoger y salir corriendo. Al final, como en todo camino acaban apareciendo trabas, el resultado ha sido el que es, y ya está bien así.

Ya solo me queda por construir el último escalón, el que me hará posar los pies sobre la superficie lunar. Lo que pasa es que, ahora, no me atrevo a terminarla. «¿Y si cuando me siente a mirarte, tú ya no me miras?». Así, en las últimas noches, mientras lucho por vencer al miedo, el sueño acaba venciéndome a mí.

 

          


Montserrat Pérez Martínez

Julio 2021


Il·lustració: Marga Cruz

Comentaris

  1. Me gusta como es escribes y como me transportas a tus relatos 👏👏👏❤️😘😘

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