Cerezas asesinas

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100, 120, 140 Km por hora. Aburrimiento en carretera solitaria. ¿ Hora de merendar? Esto es conducción peligrosa, pero las cerezas están en el asiento del copiloto, en la bolsa que le dio su tía.
Sin dejar de mirar al frente: primer intento. Coge la cereza, se la lleva a la boca. Deliciosa. Ahora la parte difícil, dejar el hueso. ¿ en la bolsa?, ¿ en el reposavasos? Probemos ahí. Sin dejar de mirar la carretera. Perfecto, otra cereza, y otra, y otra. En una curva un hueso cae al suelo. Lástima. ¿ Lástima? ¿ Y si el hueso germina con la tierra que hay en el suelo ( nota mental: túnel de autolavado) y con el calor crece, y crece, y las raíces inutilizan los pedales, y sus ramas se extienden por el interior del coche? No podrá ver entonces lo que tiene enfrente. Y la carretera no siempre será solitaria. Urgencia: recoger el hueso antes de la autopista. Ya siente como la semilla germina, pero su mano ya llega. A ciegas tantea el suelo. Esto sí que es conducción temeraria. No lo encuentra. Se impone una contorsión exhaustiva. Elasticman on the road. La vista al frente. Dominio absoluto del volante. ¡ATENCIÓN ¡ un camión enfrente a 100, 120, 140 km por hora. Volantazo instintivo, rotura de barrera, salto al vacío.

Y en la caída, en ese instante en que la vida debería pasar ante sus ojos, en la vorágine de objetos gravitatoriamente descontrolados, reconoce la semilla perdida, flotando en un giro gracioso, ralentizado, como burlándose de su travesura.


Relato escrito por Albert Bou

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