En boca cerrada...

Un silencio incómodo las envolvía.
¿Cómo podía haber dicho lo que acababa de decir? ¿En qué estaba pensando? Aunque tampoco sabía de qué se extrañaba. Siempre había reaccionado igual ante el nerviosismo. Cuando se sentía nerviosa, hablaba. Y si había vino en la mesa, como era el caso, bebía y hablaba.
En su descarga había que decir que llevaba más de dos horas escuchando las maravillosas vidas de sus ex compañeras de facultad donde todo giraba en torno al AMOR, así en mayúsculas. Para ellas ser una triunfadora era trabajar en una multinacional y haber encontrado el amor o, en su defecto, estar a punto de conseguirlo.
Entonces le llegó su turno y no reaccionó como ella habría planeado.
En su mundo imaginario, habría actuado como una mujer madura que afronta su vida sin complejos, segura de sus decisiones y acciones. Habría explicado que trabajaba en una editorial y le habían encargado sacar adelante una revista sobre literatura juvenil. Y en cuanto al amor, no le aterrarían las miradas compasivas de sus ex compañeras al explicar que era una mujer autosuficiente que vivía su soltería como algo natural.
Pero no, la realidad de lo que dijo no se parecía en absoluto a lo que imaginaba.
El tono de su voz al explicar su faceta laboral no denotó la seguridad que le hubiese gustado y se desmoronó en cuanto una de sus compañeras quitó importancia a su trabajo con un “bueno, si así tú eres feliz”, seguida de “pero ¿y el amor qué? Que se nos pasa el arroz”.
Y antes de ni siquiera pensar, se oyó diciendo:

-Pues veréis la verdad es que acabo de salir de una relación enfermiza que ha durado la friolera de 6 años. Una relación de celos y posesión que acabó llevándome a los límites de la sumisión. Una relación donde solo una mirada me hacía temblar y desmoronarme. Una relación con nuestro antiguo y reputado profesor de literatura comparada llena de reproches y miedo de la que no sabía salir porque nos enseñaron que “quien bien te quiere, te hará llorar”. Así que perdonadme si pienso que es mejor estar sola que mal acompañada.

Y entonces el silencio.
Finalmente una de sus compañeras se giró hacia Yolanda y preguntó:

- ¿Qué? ¿Y tú para cuándo esperas que nazca el niño?

Heidi

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